Texto de Sala: Solos en la noche pálida
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Pradiauto Madrid
13 enero - 24 febrero, 2024

CARLOS GARCÍA-ALIX
BLANCA GUERRERO
LUCÍA GUTIÉRREZ-VÁZQUEZ
LEOPOLDO MATA
ALEJANDRO VILLA-DURÁN


“Días en que una palabra lejana se apodera de mí. Voy por esos días sonámbula y transparente. La hermosa autómata se canta, se encanta, se cuenta casos y cosas: nido de hilos rígidos donde me danzo y me lloro en mis numerosos funerales. (Ella es su espejo incendiado, su espera en hogueras frías, su elemento místico, su fornicación de nombres creciendo solos en la noche pálida)”
El árbol de Diana, Alejandra Pizarnik.

La exposición "Solos en la noche pálida" presenta una selección de obras recientes de los artistas Carlos García-Alix (León,1957), Blanca Guerrero (Madrid/Nueva York, 1990), Lucía Gutiérrez Vázquez (Madrid, 1992), Leopoldo Mata (Madrid, 1994) y Alejandro Villa-Durán (Jalisco, México, 1993).

En esta exposición la oscuridad y la penumbra emergen como escenarios poderosos paraexplorar el potencial poético de la incertidumbre. La muestra plantea un paisaje pictórico de introspección y agitación, pero también de fantasía onírica, deseo y psicodelia. En última instancia, el proyecto propone la noche como un pretexto para reflexionar sobre la pintura en sí misma.

Desde diferentes lenguajes - de lo figurativo a la abstracción- , los artistas ahondan en diversas vivencias y aproximaciones de lo nocturno, pensando la noche como un espacio que va más allá de una franja horaria y que es amiga de otras nociones, como lo ambiguo, lo alterno, efímero o lo imprevisible. Se piensa la noche como una dimensión paralela, un estado mental donde aparentemente reina el silencio y donde quizá estamos más vivos. En el sueño desaparecen los límites, emerge el inconsciente, en la oscuridad florece otro mundo.

Alejandro Villa-Durán (Jalisco, 1993) termina en 2020 el Máster en escultura en el Royal College of Art, Londres, tras estudiar Diseño Textil en Central Saint Martins. La obra de Alejandro parte de viajes fuera de la ciudad que buscan que el cuerpo se convierta en el medio para una presencia atenta en su entorno, susceptible al encuentro: es decir; a lo imprevisible. Al regresar a su estudio comienza la segunda parte del proceso, la evocación y el recuerdo de esa experiencia física. En pintura, el límite es la propia paleta de colores, que el artista selecciona antes de empezar. Más que una representación, Alejandro explica que la pintura es una coreografía, un proceso que empieza y termina con el cuerpo. Villa-Durán explora constantemente el trance entre pintura y memoria - la pintura es la presencia frente al cuadro, mientras que la memoria (del viaje que precede a la práctica) es el contrapunto que construye el ritmo de la composición-.

El universo pictórico de Leopoldo Mata (Madrid, 1994) parte de una constante yuxtaposición de lenguajes y plantea la noche como una experiencia mental profunda. Mata presenta paisajes en apariencia estáticos donde paradójicamente se desata el movimiento, el exceso y lo psicodélico. Para él representa tanto el fin de un ciclo temporal como un paisaje espacial inocuo. Desde una perspectiva corporal, la noche se convierte en un punto de fuga continuo - un estado en apariencia quieto que da paso a la impulsividad y el movimiento, donde todo puede carecer de importancia.

Blanca Guerrero (Madrid/Nueva York, 1990) fusiona la fotografía, la pintura y el collage para inventar paisajes estáticos, lugares oscuros donde siempre hay un brote de luz.Su proceso creativo parte de una profunda observación de su entorno que a menudo captura a través de la fotografía. Guerrero busca perpetuar la esencia sensorial de fenómenos efímeros como el deslumbramiento del sol, la oscuridad de la noche y los matices de la penumbra, aspirando a dar una dimensión física a percepciones fugaces.

En estas obras la luz aparece en mitad del proceso para dar forma a la composición, permitiendo que sucedan los horizontes y las montañas. Blanca reflexiona sobre el propio paisaje desde un lugar casi meditativo, atemporal. A su vez, evocando el concepto japonés de Yugen -constante fuga - su obra parece capturar momentos muy precisos, que están a punto de escapar, que sólo podemos atisbar por un segundo.

La obra de Lucía Gutiérrez Vázquez (Madrid, 1992) recrea momentos concretos de su vida personal e íntima. Gutiérrez busca capturar sensaciones y atesorar vivencias, pegándose a la cotidianidad desde la pintura. Cada obra es una pequeña ventana hacia su mundo emocional y sus recuerdos; trasciende la mera representación y se convierte en acto reflexivo de evocación, una celebración de lo pequeño y fugaz. En un ejercicio que a veces tiende a la abstracción, Lucía utiliza la pintura como una herramienta para sintetizar lo más significativo de ciertas experiencias vitales.

Carlos García-Alix (León, 1957) reflexiona desde sus inicios sobre la memoria, su dificultad, y su inevitable conversión en mito, en relato. Las obras presentadas son anotaciones sobre la noche. Su abordaje es formal, arraigado en la observación evidente, pero rápido en su expresión - busca la fugacidad de la noche y captura visualmente la sensación de un cielo azul en plena oscuridad.

En síntesis, la exposición plantea una reflexión sobre la esencia misma de la pintura, explorando cómo esta registra la velocidad, la pausa y la energía, e indaga sobre el ejercicio pictórico como una posible vía para acercarse al misterio.A su vez, es una reflexión sobre la fugacidad de la percepción, la memoria, la soledad.



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