abril 2025
La oscuridad es negra. Así es como la vemos, sabemos que está. Así es como dejamos de verlo que esconde. Pero la oscuridad no es una presencia – o ausencia – estática y total. La mirada se ajusta a sus condiciones, y así aparecen grados, siluetas, distinciones—entrevemos.Descubrimos algo que antes no veíamos: donde antes había solo oscuridad ahora hay luz, forma, color. La oscuridad resulta no ser, después de todo, un sinónimo de negritud.
De hecho, no es necesario pensar en la oscuridad como un telón o un manto, como un tejido que esconde. Sin sombra no hay volumen, y el exceso de luz también es capaz de cegar. Algo entrevisto es algo que no alcanzamos a ver del todo, que no conseguimos ver en sus propios términos. Pero ¿cuáles son esos términos? ¿y sobre qué se sustentan?
Si la luz y la oscuridad constituyen la materialidad misma de la percepción, entonces la realidad de un objeto, o mejor dicho, de un momento, puede ser su entrevisión. Las rieles del sol sobre el mar, con su juego de deslumbres momentáneos, ¿no son una parte indisoluble de nuestra forma de visualizarlo? O la difuminación de contornos que se da cuando presenciamos un paisaje en fuga, ¿no es lo primero que imaginamos cuando pensamos en un viaje en coche o en tren?
La ofuscación, la confusión, el desbordamiento conforman una parte de la vida igual de común y esencial que la claridad, la nitidez. Estos momentos nos pertenecen y conforman; así también sus paralelismos anímicos. La entrevisión nos revela el mundo en un estado transitorio y provisional, no indefinido sino en un estado posterior o anterior a su definición, en el que susposibilidades no se han colapsado.

Umbral, 4. 2025. 37.3 x 23 cm